Tras
perder el partido más importante de su vida, un joven de diecisiete años
aparece muerto a causa de una paliza.
Aunque
los recientes enfrentamientos entre el Zayas y el Távora apuntan a que se trata
de un nuevo episodio en la escalada de violencia entre ambos centros, solo dos
personas próximas a la víctima
poseen las claves para desentrañar lo sucedido:
Quique, uno de sus compañeros de clase y miembro de su equipo de waterpolo, y
Emma, la psicóloga contratada por el club para asesorar a sus jugadores adolescentes.
Decididos
a hallar la verdad, ambos compartirán su visión de los hechos en busca de las
respuestas que se ocultan tras el silencio.
El silencio es
el lugar en el que se gestan las tragedias. Bien lo sabe Nando López, que
titula “Los silencios” una de las partes de su nueva novela Nadie nos oye. El silencio alimenta los
recelos, las dudas, los miedos, los odios. Todo lo que no se dice por
vergüenza, por considerarlo prescindible o por querer evitar males mayores,
acaba convirtiéndose en una gigantesca bola de nieve capaz de provocar un alud
de consecuencias imprevisibles.
La novela
arranca con dos derrotas; una deportiva, el Stark, un modesto equipo de
waterpolo, acaba de perder un partido importante, y otra vital: uno de sus
jugadores aparece, horas más tarde, brutalmente asesinado.
Ese trágico
paralelismo nos lleva a ver el deporte como una metáfora de la vida. Encontramos
que dentro del club se le da más importancia al equipo masculino que al
femenino, ¿a quién le importaba que el
equipo femenino fuera el primero en su clasificación?(pág. 42), que son
habituales algunos comentarios despectivos hacia los homosexuales, en el equipo no hay nadie que sea gay.
Habría que ver las bromas que hacían estos en los vestuarios (pág. 72) o
que algunos, como el entrenador, vuelcan en el equipo sus frustraciones, como si pudiera ganar con nosotros las
medallas que no ganó por su cuenta (pág. 76).
En cuanto a
las relaciones fuera del club, no hay que pasar por alto el enfrentamiento
entre los integrantes del equipo y los alumnos del Távora, uno de esos centros chunguísimos a los que nadie quiere ir (pág
91), enfrentamiento en el que se ve reflejada la xenofobia que nace del
desconocimiento y que, en muchas ocasiones, es aprendida en el hogar.
Por todo lo
anterior, no se nos proporciona de inmediato el nombre del joven asesinado. Al
autor no le interesa ceñirse a la trama puramente policiaca, descubrir quién es
el asesino, sino tratar de ahondar en
las causas que han provocado esa muerte. Lo hace alternando dos planos
temporales: el antes, donde vemos cómo los secretos que van tejiendo los
personajes a su alrededor los convierten en islas volcánicas a punto de entrar
en erupción, y el ahora, más centrado en la investigación del crimen.
Los dos
narradores de la historia, Emma y Quique, conocen las consecuencias de la
violencia producida por el odio y tratan, con sus medios, de superarla, no voy a dejar que la violencia siga
haciéndose con mi realidad (pág. 56) Sus recuerdos nos ayudan a obtener las
piezas del rompecabezas que nos permitirán comprender el porqué de esa muerte.
Nadie nos oye se
presenta como un thriller juvenil,
pero ni se queda en el mero thriller,
ni es una simple novela juvenil. Tanto por los temas que trata(islamofobia,
violencia machista, homofobia…) como por el estilo con el que está narrada, con
periodos sintácticos largos, digresiones, saltos temporales o cambios de
narrador sin las habituales “advertencias” de dichos cambios típicas de algunas
novelas juveniles, la novela puede (y debe) ser leída por todos los públicos.