No es normal destacar de un libro su
sencillez. Lo normal es aludir a una trama compleja, un lenguaje refinado o un
estilo literario novedoso.
Sin embargo, Olga, con un argumento simple (la
vida de una niña de diez años desde que su padre es encarcelado hasta la víspera
de su puesta en libertad), un lenguaje sencillo (la autora deja que sea la
propia protagonista quien nos cuente su historia), y escrita en forma de
diario, lo consigue.
En un principio, nada parecen tener de interesantes las desventuras de una pequeña de diez años. Al conocer que su padre es encarcelado, que su madre tiene un amante o que su hermano mayor es drogadicto, uno espera encontrarse con uno de esos dramones de infancia desgraciada, algo de violencia doméstica y superación personal.
Nada más lejos de la realidad. Olga es consciente de su situación familiar, pero eso no le impide ser feliz. Desde su punto de vista infantil, los problemas tienen solución. Por ejemplo, los padres, para que no griten, deberían ser alejados del mundo. Además, ella inventará un polvo blanco que hiciera feliz a su hermano y no se lo fuera comiendo poco a poco como el que ahora toma.
Y si su madre es feliz con ese señor raro del
bigote, pues mejor.
En un principio, nada parecen tener de interesantes las desventuras de una pequeña de diez años. Al conocer que su padre es encarcelado, que su madre tiene un amante o que su hermano mayor es drogadicto, uno espera encontrarse con uno de esos dramones de infancia desgraciada, algo de violencia doméstica y superación personal.
Nada más lejos de la realidad. Olga es consciente de su situación familiar, pero eso no le impide ser feliz. Desde su punto de vista infantil, los problemas tienen solución. Por ejemplo, los padres, para que no griten, deberían ser alejados del mundo. Además, ella inventará un polvo blanco que hiciera feliz a su hermano y no se lo fuera comiendo poco a poco como el que ahora toma.
Olga nos permite ver el mundo a través de los ojos de una niña. Lo que vemos nos sorprende. Solo un niño es capaz de reconocer en público que no ve el traje nuevo del emperador. Solo una mirada infantil nos hace darnos cuenta de lo absurdo del mundo en que vivimos. Nos empeñamos en ver las noticias aun sabiendo que solo comentan desgracias, tenemos relojes que controlan impasibles nuestro tiempo, tendemos siempre a enamorarnos de la persona equivocada…
Por otro lado, a pesar de la aparente sencillez con la que está escrita, Olga nos deja entrever un dominio del lenguaje impropios de una joven de 18 años (la edad de la autora cunado se publicó la novela) Frases sencillas pero para nada superficiales. Comparaciones que hacen meditar. Capacidad para arrancar una sonrisa incluso en situaciones tristes.
Olga pasará inadvertida en la historia de la literatura. No es una obra llamada a ser éxito de ventas, o a ser analizada minuciosamente. Pero, cuando se termina de leer, se ve el mundo de otra manera.
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